Como vivir con tu dolor, pero no con sufrimiento

Coloquialmente vivir con dolor y vivir con sufrimiento parecen dos sinónimos. Pero no es así. Una cosa es sentir un dolor presente en tu cuerpo y otra cosa es lo que tu mente hace con ese dolor para, en teoría, cuidarte y protegerte.

Pero en realidad, el resultado es el contrario. Si te dejas llevar por todo lo que tu mente inventa acerca de ese dolor y de lo que te puede suponer, será más difícil aceptar la circunstancia que te toque vivir y con ello la actitud con la que eliges vivirla.

Esta entrada del blog es una continuación de la anterior en la que te propuse que te centraras en dar gracias por los momentos buenos de cada día y no en los malos. ( Volver a leer la anterior entrada aquí)

Ahora vamos a sentir nuestro dolor, pero vamos a intentar controlar el sufrimiento.

 

La diferencia entre dolor y sufrimiento

 

“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” Buda

 

Que la vida conlleva dolor es evidente. En el momento que sales de la protección de la niñez, en la que todo es color de rosa y tienes atendidas tus necesidades en tu familia, te das cuenta de ésto.

Ante fracasos académicos, ante ruptura de relaciones, ante problemas en el trabajo, ante pérdidas de un ser querido. Y como no, ante alguna enfermedad.

Tener una enfermedad grave como el cáncer provoca dolor en muchos sentidos. En algunos casos la enfermedad duele, en otros el dolor proviene más del tratamiento hacia el tumor. Pero en esta circunstancia el dolor existe en tu interior y cuesta adaptarse a él.

Pero ¿qué pasa con el sufrimiento? ¿cuál es la diferencia?

Si yo me encierro en ese dolor,  me bloqueo, alimento mis ideas con él, y encima le añado posibles futuros y catástrofes que se me vienen debido a ese dolor, lo estoy convirtiendo en un sufrimiento innecesario.

Es decir,  lo que pensamos sobre ese dolor provocará nuestro estado de ánimo y al revés. Si yo tengo un estado de ánimo triste, los pensamientos irán hacia una carga negativa.

 

El valor de nuestros pensamientos en nuestro bienestar

 

Aquí es donde debe entrar en juego tu consciencia para ver que no sirve de nada enfrascarme en mi situación, teñir de ese dolor toda mi vida y repetirme mentalmente lo desafortunada que soy y lo que me estoy perdiendo de la vida.

Cuando te enteras que alguien cercano tiene un cáncer, lo primero que te viene a la mente es el sufrimiento que debe estar pasando. Es algo compasivo y humano. Pero cuando analizas el día a día de esa persona, y lo descompones en bloques de tiempo, te das cuenta que existen ratos de normalidad y otros que sí son ratos malos o regulares.

Pero eso no es así todos los días. Ni en todos los enfermos. El tratamiento lleva su tiempo, algunos son largos. Y en medio de ello conozco personas con cáncer que a pesar de que su vida se para radicalmente, pueden hacer algunas cosas. Y los ves en la calle, compartiendo con amigos ratos de charla y pasando de la mejor manera posible su situación.

(No fue mi caso porque mi cáncer fue antisocial. Siempre cuento que no podía ni comer, ni beber y apenas hablar, así que ¿qué se hace en una reunión social de esa guisa? 😉

Pues eso, ellos tienen un dolor, pero no se dejan llevar por un sufrimiento innecesario que te hace “vivir una realidad” peor de lo que es.

Si hay un beneficio del mindfulness o atención plena, que elegiría de entre todos los que ofrece ( puedes ir esta entrada de mi blog en la que hablo de los beneficios del Mindfulness) es el de aprender a vivir la realidad presente sin hacer un relato del sufrimiento.

 

Vivir con dolor o vivir con sufrimiento

 

Agarrarnos al presente es el mejor antídoto al sufrimiento

 

En vez de aceptar ese relato que tu pensamiento te cuenta, el Mindfulness te incita a experimentar en presente lo que te está doliendo tu circunstancia, sea la que sea. En el caso de la enfermedad qué siento en mi cuerpo, a través de mis cinco sentidos, en este momento. Ese es tu dolor, no lo que tu mente te cuenta para protegerte.

Nuestra mente lo hace sin maldad, durante todo el día está en modo alerta para “hacer cosas” que ella cree que son buenas para ti. Sobre todo cuando estamos en reposo, sin actividad a simple vista. Mientras está atareada en cualquier tarea, no tiene tiempo para divagar.

¿Pero qué pasa cuando nos quedamos tranquilos? Entonces es cuando se explaya y suelta sus miles de versiones de todo lo que te pasa.

Por eso el mindfulness es una práctica que entrena a tu mente a estar en modo “ser “ y no en modo “hacer” para resolver problemas que se te pueden presentar en un futuro inexistente.

Te propongo, en estos días, que en tus actividades cotidianas, pongas la mente solo en cada tarea que estás haciendo. Es una forma de vivir con mindfulness como una práctica informal, poniendo toda tu consciencia en tus rutinas, en vez de hacerlas en automático. Así la mente no se va a divagar.

Es un trabajo de largo recorrido, como lo es el resultado de ir al gimnasio. No se consigue de un día para otro, pero si lo tenemos en nuestras intenciones del día te será más fácil recordarlo.

 

Conclusión

 

Ante cualquier situación de dolor en tu vida puedes elegir cómo vivirla, con sufrimiento, o aceptando el presente y recibirlo sin más rumiaciones mentales sobre todo lo que estás viviendo.

El sufrimiento innecesario no te va a hacer evitar tu situación de dolor. Ni te ayuda a pasarlo.

La mejor forma de combatir ese sufrimiento es vivir tu presente a través de tus cinco sentidos. Y llevar tu dolor a tu momento presente viviendo con atención plena en él.

Te animo a que practiques mindfulness incluso si no estás pasando una situación de dolor. ¿Te apetece probarlo?

Déjanoslo en comentarios ¡nos encanta leerte!

La diferencia de vivir tu dolor en vez de tu sufrimiento (II)